Reuters/Dylan Martínez

¿Podemos tener dos oros? El nuevo paradigma del triunfo

Nos han enseñado a pensar en un mundo donde ganar implica irremediablemente que los demás pierdan.

Cualquier otro resultado es inadmisible ya que en el podio de los ganadores el espacio es muy estrecho. Y solo importa si mi lugar en el podio está por encima de los demás. El primer lugar está por encima del segundo y el segundo del tercero. Y fuera de eso ya nadie más importa. 

Las múltiples historias de esfuerzo, dedicación y logros de vida de cientos de atletas y deportistas dejan de ser relevantes si no se gana uno de los tres lugares principales. Porque nos enseñaron que no ganar es perder. 

Y cuidado con desafiar esta idea. Porque entonces eres tachado de mediocre. 

Y estas no son ideas exclusivas del deporte. El deporte solo refleja un mindset colectivo. En las organizaciones está también muy instalada esta idea de la competitividad, no como una herramienta de mejora, sino como la única razón de justificar la existencia de una organización o de un puesto. 

Desde el alto directivo que solo mide cuánta participación de mercado se le ha robado a otras compañías, hasta el gerente de ventas que solo celebra y premia al vendedor que ingresó más dinero en el mes (muchas veces sin importar cómo haya sido) , la idea de que “no ganar es perder”, y que “arriba” solo hay un pequeño y reducido espacio para los ganadores ha mermado a nuestra sociedad durante décadas. Porque hay que reconocer que no ha traído nada bueno. La desigualdad es terrible. Los niveles de estrés y ansiedad son alarmantes. Y el mundo no es un mejor lugar para vivir para la mayoría, ni siquiera para los “ganadores”. Pareciera que sí, pero la realidad es que es solo una ilusión. 

La competitividad no es mala, pero la idea de que el éxito es un lugar estrecho y solitario donde no hay espacio para nadie más debe de cambiar. 

Sin embargo esta semana sucedió un hecho esperanzador en los juegos olímpicos de Tokyo 2020. Dos atletas, de distintas nacionalidades, amigos dentro y fuera de la cancha, decidieron cuestionar este modelo. 

Después de dos horas de una competencia agotadora, Mutaz Essa Barshim de Qatar y Gianmarco Tamberi de Italia, quedaron empatados. Pero en un momento histórico, cuando el oficial se acercó a ellos para ofrecerles un desempate, Barshim preguntó: “¿Podemos tener dos oros?” 

El oficial afirmó. Ambos se miraron y se abrazaron entrando en una celebración y alegría extraordinaria. Hay espacio en el podio de los ganadores para dos personas que lo dieron todo. Para dos amigos que han trabajado juntos para lograr llegar al máximo nivel. Y si hay lugar para dos, seguramente hay lugar para más personas.  

No se trata de darles medalla de participación a todos como en el kinder por el simple hecho de participar No estoy diciendo eso.  De lo que se trata, es de eliminar la barrera mental que implica que el éxito debe dividir al mundo entre ganadores y perdedores. Todos deberíamos ser ganadores, pero hoy no todos podemos, así que es responsabilidad de todos generar los medios para facilitar el acceso de cualquiera al triunfo, sin exclusiones. Un mundo en donde el podio es más grande, y el piso más parejo. 

En un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo que demanda mayor flexibilidad y una reconfiguración de los modelos organizacionales donde el trabajo en equipo esté en el centro, no podemos continuar en el mismo nivel de pensamiento individualista idolatrando una meritocracia que nunca ha existido realmente. 

Un mundo donde nadie se quede atrás, donde las oportunidades sean accesibles para cualquiera, requiere de líderes y organizaciones que estén dispuestos a pensar en compartir las medallas de oro con todos. Donde la competitividad implique que todos lleguemos a nuestra mejor versión, no solo pensar en mi triunfo a costa de la derrota del otro, sino en vernos como una sola especie, y donde el nuevo paradigma de ganar incluya a todos. 

Es mucho trabajo, pero empieza retándote a pensar diferente. Atreviéndose a ver al otro, ya no como tu competencia, como un medio o como un obstáculo, sino como tu hermano. Como una extensión de ti que merece también su propia medalla de oro.

Éxito

Neto Ávila

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